En el cuarto día de carrera, este corredor italiano se encontraba séptimo, a mediodía tenía una buena performance y nada parecía avizorar la tormenta que minutos más tarde se levantaría en medio del Sahara, lo cual es muy frecuente y probable. Marco en vez de acatar las indicaciones de la organización y quedarse en el lugar tratando de agruparse, decide continuar para sacar ventaja de la situación. Pero la tormenta no paró hasta el día siguiente, por lo cual cuando pudo aclarar su visual lo único que tenia frente era un desierto de dunas y un paisaje totalmente distinto al que existía el día anterior.
El viento había transformado todo y donde antes había un llano hoy había dunas y viceversa. Nueve días estuvo deambulando por el desierto hasta que finalmente fue rescatado exhausto por una niña argelina en estado ya moribundo, de hecho se abandonó, se sintió morir, más el fresco de la madrugada lo hizo reaccionar dándole unas horas de esperanza.
¿Puede un ser humano, por mas entrenado que esté, sobrevivir todo este tiempo en el desierto sin agua ni comida? Es una duda que los médicos aún hoy se plantean.
Los competidores de la Marathon des Sables” se enfrentan a más de 400 kms de desierto a ser cubiertos en siete días en un desierto endiablado de calor, temperaturas a las cuales no están acostumbrados, que llena sus pulmones de aire recalentado. Encima de sus cabezas este reactor nuclear que es el sol que irradia inclemente sus rayos a través de una fina capa atmosférica en forma directa sobre la piel de estos competidores que deben llevarse su propia subsistencia.
La cadena montañosa del Atlas oficia de barrera natural a los frescos vientos del Atlántico, quedan retenidos allí en forma de nieve o lluvia pero el desierto recibe menos de 10 pulgadas de lluvia por año. El viento se crea cuando el aire de la recalentada superficie se eleva y el aire de superficie se desplaza en busca de estos espacios que van quedando libres. Este viento que corre por grandes extensiones libremente va formando mares de dunas que llegan a tener 15 kms de largo y hasta 180 mts de altura.
Con la formación de remolinos se generan las tormentas de arena como la que había envuelto a la carrera y a Marco Prosperi. Al día siguiente vuela sobre él un avión de reconocimiento pero no lo ve ni a sus marcas de auxilio hechas en la arena. La temperatura había alcanzado los 115 F, la fuerza del viento y la arena habían hecho que su nariz sangrara y su garganta estuviera cortada por dentro.
Para sobrevivir, los humanos deben tratar de mantener la temperatura corporal en los límites normales, que no baje ni suba más de 4 F, caso contrario comienzan los malfuncionamientos y las defensas se derrumban.
El cuerpo humano es una masa de millones de reacciones químicas que aceleradas si la temperatura sube, llevan a un seguro caos. No obstante las personas acostumbradas a ese entorno, lo resisten mejor. Sin embargo la temperatura interna corporal es la misma .
El calor ingresa o abandona objetos de 3 maneras:
Vía conducción, convección y radiación. Por conducción el calor busca objetos fríos. Convección es cuando el aire circula por tal superficie aumentando su temperatura. Radiación, sería la vibración de las ondas solares que cuanto más vibran más calor generan hasta que chocan con algún cuerpo terreno acelerando las vibraciones moleculares produciendo sensación de calor.
Las proteínas se solidifican encima de los 112F y la temperatura en el desierto alcanza los 120F, aunque los saunas llegan a 180F, los sesos todavía no se hierven a esa temperatura.
Pero el calor no llega solo del exterior, sino que también lo producen los órganos mas ocupados del cuerpo como los pulmones, el cerebro, el corazón, el hígado y los músculos, que transmiten el calor a la sangre y mantienen la llamada temperatura corporal.
En climas templados por lo general la temperatura corporal es superior a la exterior, por esto vamos eliminando o irradiando calor al entorno. El balance o equilibrio exacto entre ambas temperaturas ocurre cuando la temperatura exterior es de 82F, que es la promedio de África, por lo que no es de extrañar que allí haya comenzado la vida humana. Esta es la temperatura basal metabólica, en reposo.
Cuando comenzamos a ejercitar o movernos la producción de calor crece, por esto debemos procurar disipar este calor que generamos si queremos sobrevivir en lugares extremos. Para ello están las glándulas sudoríparas con folículos capilares altamente modificados. El control termostático depende más de órganos y tejidos que de otros sistemas del cuerpo. Este se nutre de varios órganos, venas, piel, grasa, músculos, sangre, pero lo más importante es el cerebro que controla y modifica el comportamiento.
Los termoreceptores captan la temperatura exterior y envían la señal al hipotálamo. Este regula la temperatura corporal a través de venas sanguíneas y las glándulas sudoríparas para ajustar la temperatura corporal. Si no fuera así, el cuerpo colapsaría fuera de control.
Nosotros acostumbrados a vivir en temperaturas más estandar debemos tener un sistema de enfriamiento óptimo al enfrentar este tipo de climas.
Al no ser de piel gruesa el ser humano pierde mucho calor que es transportado por las venas hacia la piel y al llegar se enfría con la transpiración que evapora esta agua.
Las venas se afinan o engrasan según la cantidad de sangre que deban transportar en determinada ocasión de frió o calor, a su vez esta mayor actividad muscular es generadora de mas calor. La transpiración es importante para regular la temperatura corporal pero en el desierto si no reponemos esa agua puede resultar mortal.
Dos tercios del cuerpo humano son agua. Una persona contiene 50 litros de agua y se pierden dos litros diarios en el mantenimiento del cuerpo. El hipotálamo controla el número de glándulas activadas y el porcentual de agua eliminada mediante transpiración. En reposo en un día de calor el cuerpo consume cinco litros de agua. Cuando le falta un litro, sin reposición, sus funciones comienzan a dañarse. Con cinco menos, sobreviene fatiga y somnolencia.
Faltando ya diez litros comienzan los disturbios de la visión, la audición y es probable que se generen convulsiones. Con un déficit de 15 a 20 litros,  el tercio del agua corporal las consecuencias son fatales. Para empeorar las cosas el ejercicio y los nervios disparan la transpiración así como el simple hecho de caminar. Al subir la temperatura corporal en 2 F la velocidad de las reacciones metabólicas aumentan un 15%. A 105 F esta velocidad es aumentada en un 50% sobre la normal.
Por encima de estas temperaturas las reacciones son aumentadas aun mayormente y el cerebro es virtualmente cocinado por el calor. El hipotálamo envía una señal de búsqueda de sed a la corteza cerebral, mientras que los sensores en las venas están continuamente testeando la concentración de sal en sangre, pero no es hasta que la pérdida de agua es mayor al 3% que se da la alarma de sed.
Sin embargo el cuerpo tolera una perdida del 5% antes de desarrollar algún síntoma de deshidratación. A esto puede conducir una ingesta exagerada de sal a través de alimentos o bebidas como te o café. La sangre queda muy concentrada y el cuerpo debe apelar a sus reservas para hacerle frente.
El cuerpo mueve agua por la sangre por el proceso de osmosis y la saca de los órganos que la contienen hasta equilibrar la normal concentración de sal en sangre y de los órganos, en definitiva en el proceso se resalinizarían ambos paralelamente.
Si no se ingiere la necesaria cantidad de agua, las malfunciones corporales comienzan, los riñones encontraran dificultad en eliminar toxinas, un progresivo ennegrecimiento de los órganos y un decrecimiento de la orina son un temprano síntoma de la deshidratación.
Los órganos se disputan la poca agua prevaleciendo los más vitales por sobre los otros en un difuso intento de disipar calor y proveer mas sangre a las dilatadas venas que bombean cada vez más intensamente.
El pecho golpea y el pulso se eleva. La sangre más espesa dificulta su paso venoso, esto genera mas calor deviniendo en un círculo vicioso de exhaustivo calor.
Esto provocaría el desmayo del caminante por el desierto porque al caer esa situación ayudaría a su recuperación.
Por su posición horizontal, sus músculos estarán en reposo, no tendrá que luchar contra el calor, el corazón no se verá tan esforzado, con un flujo sanguíneo cerebral recuperado y el fresco de la noche, la victima recuperaría conocimiento y reviviría.
Una familia que también se perdió en el desierto de Túnez, y estuvieron expuesto al contacto solar directo llegaron a la exhaución solar, posteriormente al golpe de sol y posteriormente a la muerte.
Por el calor, ellos traspiraron profusamente dado que sus cuerpos buscaban refrigerarse frenéticamente, esto los llevo una excesiva perdida de agua.
El nivel de agua disminuye debajo del margen critico, el volumen de sangre también decreció tornándose salitroso y muy espeso como para complicar su circulación por los capilares y venas que deberían alimentar células individuales.
Sus pieles se volvieron calientes y oscuras, síntoma de colapso o golpe de calor. A su vez la arena tiene entre 20F a 40F más que la temperatura ambiente, por lo que como resultado ese intenso calor que virtualmente cocinarían a una persona como en un horno.
Para mantener la temperatura el hipotálamo abandona todo tipo de control muscular de flujo sanguíneo superficial permitiendo a las venas una dilatación total. El flujo a los órganos vitales disminuye y el cuerpo se comienza a romper. Reina el caos a medida que los órganos se recalientan. El estómago e intestinos dejan de digerir y el hígado no neutraliza toxinas.
La sangre no puede filtrarlas, los músculos convulsionan en violentos espasmos y a medida que se incrementan las reacciones químicas por estos motivos la mente y el cuerpo comienzan a confundirse y equivocarse. Se alteran las proteínas y las membranas celulares se deforman y vuelven porosas, la sal se mete dentro. Las células se engrosan y queman sus contenidos explotando en los tejidos que las rodean causando mas inflamación retroalimentando el proceso en una imparable y fatal reacción en cadena.
Marco al segundo día que estuvo quieto esperando su rescate que nunca llegó, decidió emprender su marcha optando por caminar al anochecer y de mañana temprano. Se tomó su último sorbo de agua y comenzó a reciclar su orina. Entonces encuentra un pequeño templo musulmán donde había una colonia de murciélagos. Se trepa al techo y agarra un par que luego de descabezarlos y beberles la sangre se los come crudos.
Al cuarto día de su odisea un avión pasa por arriba de su cabeza y no ve la bandera italiana que Marco había plantado en el suelo arenoso ni la señal de SOS que había dibujado en la arena. De noche intenta suicidarse, pero la sangre muy espesa no fluye de sus venas y el fresco de la noche lo revive así como a su moral.
Entonces Marco ve montanas en el horizonte, las que decide alcanzar a pie. Caminando en las madrugadas, refugiándose detrás de rocosas murallas, en cuevas o debajo de un árbol. De noche cava un pozo en la arena para guarecerse, al igual que lo hacen ciertos animales para protegerse del frío de la noche sahariana. Una mezcla entre principios animales y conocimientos de civilización.
Intento calmar su sed mascando toallitas húmedas, chupando en las madrugadas la humedad que retienen algunas rocas en donde forman agujeros. O bien masticando algunas raíces de todavía húmedas. Bebió su propia orina a sorbitos, pero dejando un poco para poder cocinar su comida deshidratada. Comió escarabajos y plantas y hasta un ratoncito que cazó con una improvisada gomera que hizo con una cuerda elástica que tenía y una estaca. Cada día iba avanzando hacia el este hacia esas montañas, solo que eran las montañas equivocadas.
En el quinto día Marco ve agua adelante suyo. Se apura pero con la sensación de que podría ser un espejismo. Pero se evaporaba justo cuando él llegaba. Es la atmósfera del desierto que produce estas ilusiones ópticas cuando una cantidad de aire del desierto o lugares calurosos es supercalentada se expande drásticamente y se transforma en menos densa que la capa de aire de arriba. La diferencia de densidades distorsiona los rayos solares de forma que quedan casi paralelos al piso en el momento que los ve el observador, y el cielo arriba se ve como si fuera una pileta de natación.
En el octavo día, Marco encuentra un charco, pero su garganta se encontraba tan inflamada que casi no podía beber un trago, por lo que comenzó a tragar a sorbitos muy chicos, vomita el primero, pero de a poco comienza a tragar. Un sorbo por minuto, y se tira a descansar el resto del día lamiendo de tanto en tanto esta agua fangosa.
Al otro día parte en su camino nuevamente, un día más tarde encuentra excremento de cabras y más tarde huellas humanas, finalmente una pequeña Tuareg. La nena al verlo en ese estado grita asustada y va en búsqueda de su abuela quien acude a rescatarlo y lo llevan al campamento nómade.